Homero

Himno homérico a Ares (VIII)

Εἰς Ἄρεα

Poderoso Ares, que carga el carro, de áureo casco,
de impetuoso coraje, portador del escudo, protector de la ciudad, de
broncínea armadura, con fuertes manos, infatigable, poderoso con la lanza,
defensa del Olimpo, padre de la guerra exitosa Niké, aliado de Temis,
tirano de los enemigos, líder de los hombres más justos,
portador del cetro de la virilidad, que gira los fuegos fulgentes de su
esfera entre los siete caminos celestiales del éter, allí donde los potros
de fuego le llevan siempre por encima del tercero.
Escucha, ayudante de los hombres, dador de la valerosa juventud,
que con tranquilidad irradias luz resplandeciente sobre nuestra vida
y fuerza de guerra, para que pudiera
apartar la amarga cobardía de mi cabeza
y doblegar los ilusorios impulsos de mi alma en mis entrañas,
y frenar la furia aguda de mi corazón, que me incita
a caminar por la terrible batalla. Venga, dichoso, otórgame valentía
para permanecer en las protegidas leyes de la paz,
evitando a los enemigos, al combate y a las violentas Keres.

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Sánchez Sergueeva, M. (27 de enero de 2024). Himno homérico a Ares (VIII). Epistemomanía. https://epistemomania.com/himno-homerico-a-ares/

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La despedida de Héctor y Andrómaca (Ilíada VI, 440-496)

Ilíada VI, 440-496

τὴν δ᾽ αὖτε προσέειπε μέγας κορυθαίολος Ἕκτωρ:
‘ἦ καὶ ἐμοὶ τάδε πάντα μέλει γύναι: ἀλλὰ μάλ᾽ αἰνῶς
αἰδέομαι Τρῶας καὶ Τρῳάδας ἑλκεσιπέπλους,
αἴ κε κακὸς ὣς νόσφιν ἀλυσκάζω πολέμοιο:
οὐδέ με θυμὸς ἄνωγεν, ἐπεὶ μάθον ἔμμεναι ἐσθλὸς
αἰεὶ καὶ πρώτοισι μετὰ Τρώεσσι μάχεσθαι
ἀρνύμενος πατρός τε μέγα κλέος ἠδ᾽ ἐμὸν αὐτοῦ.
εὖ γὰρ ἐγὼ τόδε οἶδα κατὰ φρένα καὶ κατὰ θυμόν:
ἔσσεται ἦμαρ ὅτ᾽ ἄν ποτ᾽ ὀλώλῃ Ἴλιος ἱρὴ
καὶ Πρίαμος καὶ λαὸς ἐϋμμελίω Πριάμοιο.
ἀλλ᾽ οὔ μοι Τρώων τόσσον μέλει ἄλγος ὀπίσσω,
οὔτ᾽ αὐτῆς Ἑκάβης οὔτε Πριάμοιο ἄνακτος
οὔτε κασιγνήτων, οἵ κεν πολέες τε καὶ ἐσθλοὶ
ἐν κονίῃσι πέσοιεν ὑπ᾽ ἀνδράσι δυσμενέεσσιν,
ὅσσον σεῦ, ὅτε κέν τις Ἀχαιῶν χαλκοχιτώνων
δακρυόεσσαν ἄγηται ἐλεύθερον ἦμαρ ἀπούρας:
καί κεν ἐν Ἄργει ἐοῦσα πρὸς ἄλλης ἱστὸν ὑφαίνοις,
καί κεν ὕδωρ φορέοις Μεσσηΐδος ἢ Ὑπερείης
πόλλ᾽ ἀεκαζομένη, κρατερὴ δ᾽ ἐπικείσετ᾽ ἀνάγκη:
καί ποτέ τις εἴπῃσιν ἰδὼν κατὰ δάκρυ χέουσαν:
Ἕκτορος ἥδε γυνὴ ὃς ἀριστεύεσκε μάχεσθαι
Τρώων ἱπποδάμων ὅτε Ἴλιον ἀμφεμάχοντο.
ὥς ποτέ τις ἐρέει: σοὶ δ᾽ αὖ νέον ἔσσεται ἄλγος
χήτεϊ τοιοῦδ᾽ ἀνδρὸς ἀμύνειν δούλιον ἦμαρ.
ἀλλά με τεθνηῶτα χυτὴ κατὰ γαῖα καλύπτοι
πρίν γέ τι σῆς τε βοῆς σοῦ θ᾽ ἑλκηθμοῖο πυθέσθαι.

ὣς εἰπὼν οὗ παιδὸς ὀρέξατο φαίδιμος Ἕκτωρ:
ἂψ δ᾽ ὃ πάϊς πρὸς κόλπον ἐϋζώνοιο τιθήνης
ἐκλίνθη ἰάχων πατρὸς φίλου ὄψιν ἀτυχθεὶς
ταρβήσας χαλκόν τε ἰδὲ λόφον ἱππιοχαίτην,
δεινὸν ἀπ᾽ ἀκροτάτης κόρυθος νεύοντα νοήσας.
ἐκ δ᾽ ἐγέλασσε πατήρ τε φίλος καὶ πότνια μήτηρ:
αὐτίκ᾽ ἀπὸ κρατὸς κόρυθ᾽ εἵλετο φαίδιμος Ἕκτωρ,
καὶ τὴν μὲν κατέθηκεν ἐπὶ χθονὶ παμφανόωσαν:
αὐτὰρ ὅ γ᾽ ὃν φίλον υἱὸν ἐπεὶ κύσε πῆλέ τε χερσὶν
εἶπε δ᾽ ἐπευξάμενος Διί τ᾽ ἄλλοισίν τε θεοῖσι:
Ζεῦ ἄλλοι τε θεοὶ δότε δὴ καὶ τόνδε γενέσθαι
παῖδ᾽ ἐμὸν ὡς καὶ ἐγώ περ ἀριπρεπέα Τρώεσσιν,
ὧδε βίην τ᾽ ἀγαθόν, καὶ Ἰλίου ἶφι ἀνάσσειν:
καί ποτέ τις εἴποι πατρός γ᾽ ὅδε πολλὸν ἀμείνων
ἐκ πολέμου ἀνιόντα: φέροι δ᾽ ἔναρα βροτόεντα
κτείνας δήϊον ἄνδρα, χαρείη δὲ φρένα μήτηρ.

ὣς εἰπὼν ἀλόχοιο φίλης ἐν χερσὶν ἔθηκε
παῖδ᾽ ἑόν: ἣ δ᾽ ἄρα μιν κηώδεϊ δέξατο κόλπῳ
δακρυόεν γελάσασα: πόσις δ᾽ ἐλέησε νοήσας,
χειρί τέ μιν κατέρεξεν ἔπος τ᾽ ἔφατ᾽ ἔκ τ᾽ ὀνόμαζε:
δαιμονίη μή μοί τι λίην ἀκαχίζεο θυμῷ:
οὐ γάρ τίς μ᾽ ὑπὲρ αἶσαν ἀνὴρ Ἄϊδι προϊάψει:
μοῖραν δ᾽ οὔ τινά φημι πεφυγμένον ἔμμεναι ἀνδρῶν,
οὐ κακὸν οὐδὲ μὲν ἐσθλόν, ἐπὴν τὰ πρῶτα γένηται.
ἀλλ᾽ εἰς οἶκον ἰοῦσα τὰ σ᾽ αὐτῆς ἔργα κόμιζε
ἱστόν τ᾽ ἠλακάτην τε, καὶ ἀμφιπόλοισι κέλευε
ἔργον ἐποίχεσθαι: πόλεμος δ᾽ ἄνδρεσσι μελήσει
πᾶσι, μάλιστα δ᾽ ἐμοί, τοὶ Ἰλίῳ ἐγγεγάασιν.

ὣς ἄρα φωνήσας κόρυθ᾽ εἵλετο φαίδιμος Ἕκτωρ
ἵππουριν: ἄλοχος δὲ φίλη οἶκον δὲ βεβήκει
ἐντροπαλιζομένη, θαλερὸν κατὰ δάκρυ χέουσα.

Entonces le respondió Héctor, el de tremolante penacho:
«A mí también me preocupa todo esto, mujer. Pero me avergüenzo
terriblemente ante los troyanos y las troyanas de largos peplos
si como un cobarde huyo lejos del combate.
Y mi ánimo no me lo ordena porque aprendí a ser valiente
siempre y a luchar entre los troyanos de vanguardia,
tratando de ganar la gran gloria de mi padre y de mí mismo.
Yo conozco bien esto en mi mente y corazón.
Llegará un día en que se destruya la sagrada Ilión,
Príamo y el pueblo de Príamo, el de buena lanza.
Pues no me importa tanto el dolor de los troyanos en el futuro,
ni el de Hécuba ni el del rey Príamo,
ni el de mis hermanos, muchos y valientes
caerán en el polvo a manos de los enemigos,
como el tuyo (tu dolor), cuando alguno de los aqueos de broncínea
coraza te lleve llorando y te quite tu libertad.
Y entonces estando en Argos tejerías tela para otra
y llevarías agua de Meseide o de Hiperea,
muy en contra de tu voluntad y una fuerte necesidad se te impondrá.
Y entonces, alguien al verte derramar una lágrima, diga:
Aquí está la mujer de Héctor, que en el combate fue sobresaliente
entre los troyanos, domadores de caballos, cuando peleaban alrededor
de Ilión. Así dirán y para ti llegará un nuevo dolor
por la falta de un marido que te proteja de la esclavitud.
Ojalá que al morir un montón de tierra me cubra
antes de que conozca tu grito y tu rapto.»

Diciendo esto, el glorioso Héctor se tendió hacia su hijo.
Enseguida el niño se recostó llorando en el regazo de la nodriza,
de bella cintura, asustado por el aspecto de su padre,
habiéndose espantado por el bronce y el penacho de crines de caballo,
cuando lo vio ondear terriblemente desde lo alto del casco.
Se echó a reír su padre y también su augusta madre.
Entonces, el glorioso Héctor se quitó el casco de la cabeza,
y lo dejó, reluciente, en el suelo.
Cuando él besó a su querido hijo y lo meció con sus manos
dijo rogando a Zeus y a los demás dioses:
«Zeus y demás dioses, concededme que también este
niño mío sea como yo, sobresaliente entre los troyanos,
así de valeroso en fuerza y que gobierne poderosamente sobre Ilión.
Y algún día alguien dirá «Es mucho mejor que su padre»
tras regresar de la batalla. Y que lleve los despojos ensangrentados
del enemigo muerto y que se le alegre el corazón a su madre.»

Hablando así, puso a su hijo en las manos de su esposa
y ella lo tomó en su fragante regazo
sonriendo entre lágrimas, y su marido se
compadeció al verla, la acarició con la mano y le habló diciendo esto:
«Desdichada, no te aflijas demasiado en tu ánimo por mí.
Ningún hombre me enviará al Hades contra el destino.
Afirmo que ningún hombre ha escapado a su destino,
ni cobarde ni valiente, una vez que ha nacido.
Vamos, ve a tu casa y ocúpate de tus propias tareas,
el telar y la rueca, y ordena a las criadas
que trabajen en su tarea. La guerra preocupará a todos los hombres
que habitan en Ilión y, especialmente, a mí.»

Tras decir esto, el glorioso Héctor cogió el casco de
crines de caballo, y su esposa se iba a casa,
volviéndose de vez en cuando y derramando abundantes lágrimas.

Vasija apulia de figuras rojas (380-360 a.C.), Ruvo di Puglia, National Archaeologilca Museum Jatta.

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Sánchez Sergueeva, M. (17 de enero de 2024). La despedida de Héctor y Andrómaca (Ilíada VI, 440-496). Epistemomanía. https://epistemomania.com/la-despedida-de-hector-y-andromaca-iliada-vi-440-496/

La despedida de Héctor y Andrómaca (Ilíada VI, 440-496) Leer más »