Envejeció entre las llamas de Troya y en las canteras de Sicilia.
Gustaba de las grutas en la playa y de los paisajes del mar. Vio las venas de los hombres como una red donde los dioses nos atrapan como a alimañas; intentó romperla. Era hosco y escasos fueron sus amigos; llegó la hora y los perros lo despedazaron.
Safo me ha hechizado, cercada estoy por sus versos. Nada puedo…
Una golondrina se acerca a Safo, ¿es acaso la personificación de Eros? El vuelo de la golondrina y el cambio de las estaciones simbolizan el paso del tiempo. Al igual que la hierba pierde el vigor de su color por el sol y por la lluvia, el dolorido corazón de Safo se quema de amor y se inunda de sollozos. Expresa que tiembla sin ni siquiera haberle besado y su voz se apaga en su interior sin poder pronunciar una palabra, tan solo un gemido1. Se siente como una niña que está perdida, pues busca en vano a Faón, al igual que una niña huérfana que busca a su madre que no puede encontrar. Ella busca respuestas y le pregunta a la golondrina si se ha cansado de volar tan alto, pero no le responde. Se compara con el amor que se cansa del largo y rápido vuelo, ya que es largo porque el amor correspondido tarda mucho y rápido porque es efímero. El agridulce2 amor viene, pero no siempre se queda, tal y como la golondrina más tarde se desvanece. Ante esta situación, ¿qué luz hay? Si la llama de su pasión se ha apagado, todo está oscuro. El crepúsculo y los rayos apagados del sol simbolizan la muerte. De la misma manera que la golondrina emprende su vuelo, Safo desea volar pero para huir y no regresar nunca más a la tierra. Su alma volará hasta alcanzar el cielo, mientras que su tenue cuerpo será acogido por las olas del mar. Una vez que llegue el ocaso, Faón la hallará muerta.
Sappho à Leucate. Antoine-Jean Gros, 1801.
SAPPHO TO A SWALLOW ON THE GROUND
WHAT wakes the tender grasses where I lie? What small soft presence stirs and flutters by? Swallow, oh swallow, Why have you left the tree-tops and the sky?
The grass is faded by the sun and rain, The summer passes, autumn comes again, Swallow, oh swallow, And bitter-sweet love trembles into pain.
The heart of earth grows weary, and her eyes Are closed; her lips are tuned to languid sighs, Swallow, oh swallow, And in my throat the singing sobs and dies…
Night-long by blown seas musical with wind, I flutter like a lost child, weak and blind, Swallow, oh swallow, After the mother whom she cannot find…
Through apple-boughs the murmurous breezes sing, As waters from a cool deep-shaded spring, Swallow, oh swallow, And slumber streams from leaves left quivering.
Have you grown weary of the heaven’s height, The hidden stars, the vivid depths of light, Swallow, oh swallow, As love grows weary of the long swift flight?
You do not answer but your wings are spread, And past the top-most apple, sweet and red, Swallow, oh swallow, In flight and song you vanish over-head!
I too will give my heart unto the heaven! Phaon shall find me through the dusk of even,- Swallow, oh swallow, Shaken with kisses ere they have been given.
As from the swarming hive in nuptial flight The queen ascends, all golden fire and light, Swallow, oh swallow, On wings of ecstasy I rise to-night!
But to the earth my flight shall not return, For when the sun-like flame has ceased to burn, Swallow, oh swallow, The Lesbian Sea shall be my funeral urn.
Zee Akins «SAPPHO TO A SWALLOW ON THE GROUND» , 1910.
¿Qué despierta la suave hierba en la que yazco? ¿Qué pequeña suave presencia se agita y revolotea alrededor? Oh golondrina, golondrina, ¿Por qué has abandonado las copas de los árboles y el cielo?
La hierba está descolorida por el sol y por la lluvia, El verano se marcha y llega de nuevo el otoño, Oh golondrina, golondrina, Y el agridulce amor tiembla por el dolor.
El corazón de la tierra se cansa y sus ojos están cerrados; sus labios se han adaptado a los lánguidos suspiros, Oh golondrina, golondrina Y en mi garganta el canto solloza y muere…
Durante toda la noche al lado de musicales mares agitados por el viento, Revoloteo como una niña desubicada, débil y ciega, Oh golondrina, golondrina, Que va en busca de la madre que no puede encontrar…
A través de las ramas de los manzanos las susurrantes brisas cantan Semejantes a las aguas de un fresco y sombreado manantial, Oh golondrina, golondrina Y el sueño fluye de las hojas temblorosas.
¿Te has cansado de la altura del cielo, De los astros escondidos, de las vívidas profundidades de luz Oh golondrina, golondrina, Al igual que el amor se cansa del largo y rápido vuelo?
No respondes, pero tus alas están desplegadas, ¡Y, tras el manzano más elevado, dulce y rojo, Oh golondrina, golondrina, Volando y cantando te desvaneces en lo alto!
¡Yo también le entregaré al cielo mi corazón! Faón me encontrará en el crepúsculo, Oh golondrina, golondrina, Conmovida por unos besos antes de que me los haya dado.
Como desde el aleteante enjambre con un vuelo nupcial La abeja reina asciende, toda ella de dorado fuego y luz, Oh golondrina, golondrina, ¡Con alas de éxtasis me elevo esta noche!
Pero mi vuelo no deberá volver a la tierra, Porque una vez que la llama semejante al sol haya parado de arder, Oh golondrina, golondrina, El mar lesbio será mi urna funeraria.
Estos síntomas del amor aparecen también en el fr. 31 de Safo. ↩︎
El amor descrito como bestia agridulce aparece en el fr. 130 de Safo. ↩︎
Mientras Virgilio muere en Bríndisi no sabe que en el norte de Hispania alguien manda grabar en piedra un verso suyo esperando a la muerte. Éste es un legionario que, en un alba nevada, ve alzarse un sol de hierro de entre los encinares, Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida, a cuerno requemado, a humeantes escorias con oro, en las que escarban con sus lanzas los bárbaros. Un silencio más blanco que la nieve, el aliento helado de las bocas de los caballos muertos, caen sobre su esqueleto como petrificado. «Oh dioses, ¿qué locura me trajo hasta estos montes a morir y qué inútil mi escudo y esta espada contra un amanecer de hogueras y de lobos? En mi villa de Cumas un aroma de azahar madurará en la boca de una noche azulada y mis seres queridos pisarán ya la yerba segada o nadarán en playas con estrellas.» Sueña el sur el soldado y, en el sur, el poeta sueña un sur más lejano; mas ambos sólo sueñan, en brazos de la muerte, la vida que soñaron. «No quiero que me entierren bajo un cielo de lodo, que estas sierras tan hoscas calcinen mi memoria. Dioses míos: cómo odio la guerra mientras siento gotear en la nieve mi sangre enamorada.» Al fin, cae la cabeza hacia un lado, y sus ojos se clavan en los ojos de otro herido que escucha: «Grabad sobre mi tumba un verso de Virgilio».
Antonio Colinas, Noche más allá de la noche , 1980-1981.
Cada vez que leo este poema no puedo evitar preguntarme en qué verso estaría pensando Colinas para la tumba del legionario y me acuerdo de esta inscripción en piedra caliza, hallada en Peñalba de Villastar (Teruel), y que contiene 2 versos de la Eneida de Virgilio:
Tempus erat quo prima quies mortalibus aegris / inc[ipit] (Aen. II, 268-269)
Era la hora en la que empieza el primer descanso para los dolientes mortales (Aen. II, 268-269)
Llama la atención que debajo de la cita virgiliana aparezca inscrito Nescio qui (Desconozco quién). Podría tratarse de que la misma persona u otra, pues a mí me parece que la caligrafía no coincide con la cita de arriba, lo escribiese al preguntarse de qué autor son los versos. Otra posibilidad, si se interpreta como Nescio qui[d] (Desconozco qué), podría ser que quien lo inscribió no se acordaba de cómo seguía el verso 269 inc[ipit et dono diuum gratissima serpit].
No hay nada inesperado ni que se jure como imposible ni nada sorprendente, cuando Zeus, padre de los olímpicos, puso la noche en lugar del mediodía, ocultando la luz del brillante sol, y un funesto miedo sobrevino a los humanos, por ello todo les resulta creíble y esperable a los hombres. Que ninguno de vosotros se sorprenda al observarlo, ni siquiera cuando las fieras intercambien con los delfines su zona marina ni cuando las estruendosas olas del mar a ellas les sean más queridas que la tierra; pero a ellos, la boscosa montaña.
Oh inmortal Afrodita de adornado trono, urdidora e hija de Zeus, te suplico que no domines con sufrimiento y dolor mi corazón, oh soberana,
sino que vengas aquí, si alguna vez a lo lejos escuchaste y atendiste a mis súplicas y, tras abandonar la casa de tu padre, acudiste
en el dorado carro uncido. Bellos y veloces gorriones te trajeron a la negra tierra, batiendo rápidamente las alas desde el cielo por el medio del aire.
En seguida llegaron. Tú, oh dichosa, con una sonrisa en tu rostro inmortal me preguntaste por qué sufro otra vez y por qué de nuevo te imploro
y qué es lo que más deseo con mi corazón desenfrenado. «¿Pero esta vez a quién voy a persuadir para guiarle hacia tu afecto? ¿Quién, oh Safo, te aflige?
Pues si huye, pronto te perseguirá; si no acepta los regalos, te los dará; si no te ama, pronto te amará, incluso si no quiere.»
¡Ven hacia mí ahora y libérame de las dolorosas preocupaciones! ¡Y haz todo cuánto mi corazón desea que se cumpla y sé tú misma mi aliada!
Puesto que nací mortal para recorrer el camino de la vida, sé cuánto tiempo ha transcurrido, pero no cuánto me queda por recorrer. Preocupaciones, ¡dejadme en paz! Que no haya nada entre nosotros. Antes de que me alcance la muerte, voy a jugar, reír, y bailar con el bello Liberador1 Epíteto de Dioniso.
Dioniso con sátiros. Detalle del interior de un kylix de figuras rojas, 575 a.C.
La negra tierra bebe, y los árboles se la beben, el mar se bebe los torrentes, el sol se bebe el mar, la luna se bebe el sol. ¿Compañeros, por qué os peleáis conmigo, que también quiero beber?
Escena simposíaca. Detalle del exterior de un kylix.
¡Bebamos! ¿Por qué esperamos a los candiles? ¡Acaba de amanecer! Cariño, coge las grandes y multicolores copas. El hijo de Sémele y de Zeus dio el vino a los seres humanos para que se olviden de las preocupaciones. ¡Vierte mezclando un tercio de vino con dos de agua hasta llenar el borde y echa una copa tras otra…!
Escena simposíaca de la Tumba del nadador de Paestum.
Véase también Anacreónticas fr. 45 en el que se menciona que el vino hace que nuestras preocupaciones cesen.
Cuando en las violentas tormentas los marineros temen a los fuertes vientos, arrojan la carga y dirigen la nave a tierra firme. Ojalá yo no navegue de un lugar a otro durante la tormenta ni esté dispuesto a tirar al profundo mar todos los bienes deshonrosos y honrosos.
Sino que Nereo, que dirige su procesión en el mar, si es posible, reciba mis mercancías…
Кораблекрушение у скал (Naufragio en las rocas), Aivazovski. 1870
Imagen del Oxyrhynchus papyri 1931 fr. 9 que contiene los versos fragmentados de este poema
*Texto con las conjeturas de la edición de Edmonds (1922).
Referencias: Edmonds, J. M. (1992). Lyra graeca (vol. 1). William Heinemann.