Ascra, de abundante cosecha, fue mi patria, pero estando yo muerto mis huesos retiene la tierra del auriga Minie1 La ciudad de Orcómeno. La gloria de Hesíodo es la mayor de entre los hombres, que son juzgados por la prueba de sabiduría.
En el oscuro bosque de Locris el cadáver de Hesíodo las ninfas lavaron con las aguas de sus fuentes, y erigieron su tumba. Y los pastores de cabras derramaron leche, mezclándola con dorada miel. Y tal voz exhaló el anciano, probando las fuentes de purificación de las nueve Musas.
Detén tu paso, caminante, frente al lago sereno: la mar rizada y los barcos atormentados, los caminos que envolvían montañas y engendraban estrellas, todo acaba aquí en esta dilatada superficie.
A Filócrito, que había dejado el comercio y que hace poco probó el arado, la ciudad de Menfis lo enterró en una tumba extranjera. Allí el gran torrente, que corría del Nilo, con una violenta ola a este hombre arrebató del pequeño túmulo. En vida escapó del amargo mar. Pero ahora, estando cubierto por las olas, el desdichado tiene una tumba de náufrago.
Navegantes, ¿por qué me enterrasteis junto al mar? Bastante lejos de aquí debería cubrirse la desgraciada tumba del náufrago. Tiemblo ante el estruendo de las olas, mi fatalidad. Pero aun así, saludos a los que os compadecéis de Nicetas.
¿Quién eres, náufrago extranjero? Aquí Leóntico encontró tu cadáver por la playa y te erigió la tumba, llorando por su vida perecedera. Pues él no está en calma, sino que semejante a un pájaro1El ave es la pardela recorre el mar.
Todavía no estoy muerto. Yo, Teris el náufrago, fui arrojado a la tierra por las olas, y no olvidaré la orilla que no deja dormir. Pues bajo las laderas de las rocas escarpadas, cerca del mar hostil, obtuve de manos de un extraño una sepultura. Pero siempre el mar ruge sobre los muertos y yo, desgraciado, oigo su odioso bramido. Ni el Hades me dio descanso de los sufrimientos, ni aún estando solo y muerto he podido yacer en tranquilidad y calma.
Deja de pintar los remos y el espolón de la nave sobre mi tumba y sobre mis frías cenizas. Es de un náufrago la tumba. ¿Por qué esta desgracia causada por las olas quieres otra vez recordarle a este, que yace bajo tierra?
Me dejaste muerto en la tierra, mar salvaje, y arrastras los restos de las cenizas. Yo, que estoy solo y náufrago en el Hades, no estaré en paz sobre la sólida y áspera roca. Entiérrame llevándome a las olas, o déjame en la tierra y no robes de esta tierra mi cadáver.
Observa en la orilla el cuerpo esparcido del desgraciado mortal, arrojado en las escarpadas rocas. Allí descansa la cabeza sin pelo y sin dientes; y allá, cinco dedos de las manos; aquí, las costillas sin carne y los pies sin tendones, y las extremidades sin articulaciones. Estas múltiples partes hace tiempo fueron un solo cuerpo. ¡Ay dichosos cuántos tras nacer no vieron el sol!
Odysseus und Polyphemus. De Arnold Böcklin
Referencias: Paton, W. R. (1917). The Greek Anthology, Volume II: Books 7-8. Harvard University Press.
A Safo custodias, tierra eólida, a la Musa mortal que es alabada entre las Musas inmortales, que Cipris y Eros juntos criaron, que con Persuasión entrelazaba la eterna corona de las Piérides. Para ti alegría y gloria en la Hélade. ¿Oh Moiras, que en las ruecas giráis el hilo, por qué no hilasteis la inmortalidad para la poetisa que recreó los dones imperecederos de las Heliconíades?
Al pasar junto a la tumba Eolia, extranjero, no digas que yo, la poetisa de Mitilene, he muerto. Pues esta la hicieron las manos de los hombres, pero las obras de los mortales como esta caen rápidamente en el olvido. Y si me preguntas por las Musas, de las que, cada una siendo una divinidad, una flor puse al lado de mis nueve (libros)1, sabrás que escapé de la oscuridad del Hades. Ningún sol podrá existir sin que se nombre la lírica de Safo.
Sappho. De Charles Mengin.
El DGE dice lo siguiente sobre ἐννεάς, -άδος, ἡ: ref. obras literarias obra de nueve libros ἄνθος ἐμῇ θῆκα παρ’ ἐννεάδι la flor poética que puse en mi obra de nueve libros (habla Safo) AP 7.17. ↩︎
Gracias a Jesús por su ayuda con el epigrama 7, 17.
Destacado entre los mortales por su sabiduría, carácter y justicia, aquí descansa el divino humano Aristocles1Según cuenta Diógenes Laercio, Platón tuvo como nombre de nacimiento «Aristocles» en honor a su abuelo, pero su maestro de gimnasia, Aristón de Argos, le puso el mote de «Platón» por su cuerpo robusto. Cf. Diógenes Laercio, Vidas y opiniones de los filósofos ilustres, III, 4. . Si alguien de entre todos recibió tanto elogio por su sabiduría, él obtuvo el mayor número, y no provocó envidia.
La tierra cubre el cuerpo de Platón en su seno. Su alma tiene la categoría inmortal de los bienaventurados, el alma del hijo de Aristón, a quien cualquier hombre noble, incluso viviendo lejos, le honra como si estuviera viendo en vida a la divinidad.
Águila, ¿por qué te posas sobre la tumba? Dime, ¿Qué morada estrellada de un dios observas? Soy la imagen del alma de Platón que se ha ido volando al Olimpo. Pero la tierra ática posee su cuerpo nacido de la tierra.
Anacreonte, que florezca hiedra alrededor de ti, y delicados pétalos de los purpúreos prados. Que broten fuentes de blanca leche, que de la fragante tierra fluya un dulce vino para que la ceniza y los huesos te traigan alegría, si es que algún placer les toca a los muertos.
Al poeta Anacreonte, que es eterno gracias a las Musas, esta tumba de su patria Teo lo acogió. Cuyos cantos huelen a las Gracias y a los Amores, compuso el dulce deseo de los muchachos. Y solo en el Aqueronte se aflige, no por dejar la vida para encontrar allá las casas del Leteo, sino por abandonar al más simpático de todos, al joven Megistes, y por abandonar la pasión por el tracio Esmerdis. Pero no renuncia a la encantadora música, puesto que, aunque él está muerto, no ha acallado su lira en el Hades.
Extranjero, al pasar cerca de la lápida de Anacreonte, si algún provecho te ha llegado de mis libros, derrama sobre mis cenizas un líquido, para que mis huesos se regocijen al humedecerse con vino. Yo, que me he preocupado de las estrepitosas fiestas de Dioniso, que he convivido con la música, amante del vino, al morir no soportaré sin Baco esta región destinada a la raza de los mortales.
Descansas entre los muertos, Anacreonte, tras haber obrado bien, descansa tu dulce cítara que cantaba de noche. También descansa Esmerdis, la primavera de la Pasión, de tal modo tú compones música como el néctar al tocar la lira. Pues fuiste el objeto del amor de los jóvenes, tenía para ti un solo arco y una habilidad de disparar tortuosa.
Juliano el egipcio AP VII, 33
A. πολλὰ πιὼν τέθνηκας, Ἀνάκρεον. B. ἀλλὰ τρυφήσας: καὶ σὺ δὲ μὴ πίνων ἵξεαι εἰς Ἀίδην.
A- Anacreonte, has muerto tras beber mucho. B- Pero lo disfruté y tú también vendrás al Hades aunque no bebas.
Epigrama de Antípatro AP VII, 23. Codex Palatinus 23 p. 211
La persuasión de los hombres, la gran voz, el Meónida que cantaba semejante a las Musas, oh extranjero, a quien, yo, esta roca de la isla Ios, recibí por el destino: Pues en ninguna otra isla, sino en la mía dejó al morir su sagrado aliento, con el que cantó el asentimiento del todopoderoso Crónida y del Olimpo, y la fuerza del Ayante, combatiente en el mar, y de Héctor, cuyos huesos fueron desgarrados por los caballos farsalios de Aquiles en la llanura de Dardania. Si siendo pequeña cubro algo tan grande, sabed que el marido de Tetis yace en la pequeña Icos.
Viajero, aunque la tumba sea pequeña, no avances, sino hazme libaciones y hónrame como a los dioses: Al más honrado por las Musas Piérides, al poeta épico, al divino Homero yo acojo.
Aquí yace la sabia boca de las Piérides, el divino Homero, esta gloriosa tumba lo retiene en una roca cerca del mar. Si una isla emergida pequeña puede albergar a un hombre tan importante, no te sorprendas al verlo, extranjero. Pues incluso Delos, su hermana errante, un día recibió al hijo del parto de su madre Leto.
El heraldo de las virtudes de los héroes, el profeta de los dichosos, el segundo sol para la vida de los Helenos, la luz de las Musas: Homero. Extranjero, el rostro eterno del mundo entero lo custodia esta arena abatida por el mar.
Dicen que una vez él estando cerca de un cachorro que era golpeado tuvo compasión y le dijo esto: Para, no le pegues, porque de un amigo es el alma, la cual reconocí al escucharla gritar.
No sólo tú apartas las manos de los seres vivos, también nosotros. Pues, ¿quién comió seres vivos, Pitágoras? Pero cuando es algo cocido, asado y salado entonces, lo que comemos no tiene alma.
¿Por qué Pitágoras tuvo tanto respeto por las habas y murió junto con sus alumnos? Había un campo de habas y para no pisarlas murió en el cruce a manos de los agrigentinos.
Cerbero, que lanzas un ladrido espantoso a los muertos, ahora tú también, temblando, temerás al muerto. Arquíloco ha muerto. Cuidado con la aguda ira de los yambos, producida por una boca amarga de bilis. Conoces la gran fuerza de su voz, ya que la misma barca te trajo a las dos hijas de Licambes.
Ahora más que antes, perro de tres cabezas, custodia las puertas del gran abismo con tus ojos insomnes. Pues si las hijas de Licambes abandonaron la luz al evitar la amarga bilis de los yambos de Arquíloco, ¿por qué cada muerto no abandonaría las tenebrosas puertas, huyendo del terror del calumniador?
Esta tumba junto al mar es de Arquíloco, quien una vez fue el primero en empapar a la amarga Musa con bilis de víbora, ensangrentando al sosegado Helicón. Lo sabe Licambes, que llora por sus tres hijas ahorcadas. Camina tranquilo, viajero, para que nunca despiertes a las avispas que se posan en la tumba.
Juliano epigrama AP VII, 69. Codex Palatinus 23 p. 218
A Safo custodias, tierra eólida, a la Musa mortal que es alabada entre las Musas inmortales, que Cipris y Eros juntos criaron, que con Persuasión entrelazaba la eterna corona de las Piérides. Para ti alegría y gloria en la Hélade. ¿Oh Moiras, que en las ruecas giráis el hilo, por qué no hilasteis la inmortalidad para la poetisa que recreó los dones imperecederos de las Heliconíades?
Al agradable Alcmán, al cisne cantor de los himeneos, al que cantó lo digno de las Musas. Tiene una tumba, enorme alegría de Esparta, donde él por última vez abandonó la carga, hacia el Hades marcha.
Antípatro epigrama AP VII, 23 (Epitafio de Anacreonte)
Anacreonte, que florezca hiedra alrededor de ti, y delicados pétalos de los purpúreos prados. Que broten fuentes de blanca leche, que de la fragante tierra fluya un dulce vino para que la ceniza y los huesos te traigan alegría, si es que algún placer les toca a los muertos.
Leónidas epigrama AP VII, 35 (Epitafio de Píndaro)
Divino Sófocles, que siempre sobre tu reluciente tumbα y sobre tus suaves pies se arroje la hiedra del escenario. Que siempre la tumba sea rociada con abejas, hijas del buey, y empapada con la miel de Himeto. Para que siempre fluya la límpida cera en la tablilla ática y siempre tengas tus mechones bajo las coronas.