Hoy 20 de febrero se celebra el Día del Gato. Los griegos empleaban el término αἴλουρος para referirse al gato, se dice que deriva de αἰόλος «agitado» y οὐρά «cola».
¿El gato doméstico que se comió a mi perdiz espera seguir viviendo en mi casa? Querida perdiz, no te dejaré muerta sin honores, sino que sobre tu cuerpo mataré a tu depredador. Tu alma estará bastante estremecida hasta que no haga cada ofrenda que hizo Pirro para la tumba de Aquiles.
Mosaico de la Casa del Fauno. Museo Arqueológico de Nápoles.
Calímaco lucha internamente contra los efectos del Amor. Una parte de su corazón (ψυχή ) aún late, pues todavía respira. Pero la otra se ha desvanecido, ¿se la arrebató Eros o Hades? Ambos pueden ser culpables. El Amor no correspondido puede conducir a la Muerte, y durante el trayecto el amante experimenta la propia muerte en vida hasta que logra escapar o, de lo contrario, es arrastrado por Hades hasta su oscura morada. Este epigrama de Calímaco de la Antología Griega evoca el mito del carro alado. El alma −nos cuenta Platón en el Fedro− está dividida en tres partes: dos tienen la forma de un caballo y una la de un auriga. El caballo blanco es el bueno, físicamente bien definido y que ama con moderación y respeto. Pero el caballo negro es el malo, con la espalda encorvada, sordo y caracterizado por el desenfreno y la desobediencia. 1
Todavía respira la mitad de mi corazón, en cambio la otra ya no sé si me la arrebató Eros o Hades: pero desapareció. ¿Otra vez se ha marchado con un chico? Muchas veces dije: «¡jóvenes, no recibáis a esta fugitiva!» ¡No está contigo, búscala! Sé que esta [mitad], que allí merece ser lapidada y que es desgraciada, merodea por algún lugar.
Lutacio Cátulo tiene un poema similar, el cual recopila Aulo Gelio en su obra Noches Áticas. Su alma −al igual que la del poeta griego− es fugitiva. Lo ha abandonado, y no es la primera vez, sino que es habitual que le suceda. Sabe a dónde ha ido, pero el temor le impide actuar, pues el miedo siempre está presente. Como dice Platón: «El mal caballo (…) humillado, obedece ya a los propósitos del auriga, y siempre que divisa al bello mancebo se muere de miedo».3
Aufugit mi animus; credo, ut solet, ad Theotimum Devenit. Sic est: perfugium illud habet. Qui, si non interdixem, ne illunc fugitivum Mitteret ad se intro, sed magis eiceret? Ibimus quaesitum. Verum, ne ipsi teneamur, Formido. Quid ago? Da Venus consilium.
(Noches Áticas, libro XIX, IX.)
Mi alma ha huido de mí. Pienso, como es habitual, que se ha ido hacia Teótimo. Así es. Posee a ese fugitivo. ¿Y si le pido no que admita a este fugitivo, sino más bien que lo eche? Voy a buscarlo. Pero para que yo mismo no sea retenido por el miedo, ¿qué puedo hacer? Venus, aconséjame.
Eros, Pothos, Hímero. Vasija griega. (s. V a.C.)
BIBLIOGRAFÍA
Acosta-Hughes, B. , Stephens S. A. (2012). Callimachus in Context: From Plato to the Augustan Poets. Cambridge University Press
Gellius, A., & Rolfe, J. C. (1970). The Attic nights of Aulus Gellius. Harvard University Press.
Platón, Fedón y Fedro. Trad. Luis Gil Fernández. Madrid: Alianza, 2023.
Bousquet J. (1955). Callimaque, Épigramme 41. En Revue des Études Grecques, tomo 68, fascículo 319-323, p. 121.
Cf. Bousquet, 1955: 121. Je crois qu’on peut considerer ΟΥΚΙΣΥ comme l’equivalent phonetique de οὐχ εἰς σοῦ, et lire, pour rester dans le dialecte, ούκ (ε)ἰς (σε)ῦ, ou plutot ούκ ἐς σεῦ; δίφησov : «n’est-ce pas chez toi ? cherche !». ↩︎
El poema de la carne. Nostalgia olorosa y ensoñadora
La visión de lo que yo amo y deseo me desconcierta y me aplana. Es una blanca y suave sombra con olores a jazmín y a jacinto; es un temblor azul y plata con fosforescencias tenues; es una carne con ojos traidores de mirar meloso… Como yo soy esclavo de ese mirar y mi alma es perfume de esos ojos, no puedo hablar, y permanezco hipnotizado en la hora de esa nostalgia sublime… Siempre que estoy triste y apasionado espero con ansia cálida la melodía sin palabras del crepúsculo… En esa hora de luz muerta y color ardiente, mis ojos ven la fantasma de mis desengaños… En esa hora roja y violácea mi alma tiembla y suspira lejana… En esa hora de amor y de muerte mi corazón es todo olor de su carne… El crepúsculo lleva envueltas en sus alas de vaguedad a las musas y a los deseos de los soñadores. El crepúsculo tiene en sus colores ardientes rayos de amor y de pasión. El crepúsculo oculta en sus nieblas los corazones de Paolo, de Othello, de Werther, de Don Juan y todos los grandes amantes. Las nubes rojizas que parecen ascuas de granates son la sangre derramada por los corazones que amaron y no fueron amados… Esos instantes religiosos y profundos en que se ve el alma de las cosas, esos instantes en que las ciudades y los hombres son espectros negros y las flores se mecen en una cuna de polvo dorado… Son los que mi alma aprovecha para dejar vagar mi pensamiento. Yo no sé qué tiene la muerte del día, pero a mi espíritu lo eleva y transporta a lugares desconocidos. Cuando el sol se pone todo tiene una música que no se oye, los oídos sienten el no sentir y los ojos se agrandan, arrasados en llanto. Entonces es cuando veo delante de mí sus ojos y su boca, y el olor de los claveles es algo así como su aliento. Entonces comprendo lo que me habla el corazón. Entonces sé lo que soy y lo que hay dentro de mí… La luz se va extinguiendo, los sonidos van sonando más fuertes y la noche, asomando su túnica inmensa por los lejanos montes, se deja posar sobre la llanura… El beso del frío me hace despertar y las estrellas se mueven en el cielo, tan lánguidas que parece se van a apagar…
La carne Prefacio
Yo no sé si puedo saber nunca el secreto de la carne. Yo no puedo penetrar en el alma de las almas. Yo no sabré nunca el porqué del deseo… ¿Qué tiene esa mano blanca-rosa y palpitante para hacernos temblar y anhelar su contacto? ¿Qué misterio es el de su tibia sangre y su olor supremo…? ¿Qué halo misterioso tendrá en su entraña…? Todo el espíritu y todo el misticismo tienen su base en la carne… Después del suspiro y del éxtasis viene el beso y el olvido del pasado sufrimiento… La carne es la red de todo lo humano, la carne es el soplo de vida que anima al mundo. La carne es lo primero en el hombre. Muy pocos se han librado de su dulce y oloroso abrazo y los escasos que se libraron se consumieron como azucenas tronchadas… ¿Por qué la carne es el amor? No lo sé… Sólo puedo decir que mi corazón, si sangra, es por eso; si mis ojos lloran, es por eso; si mi alma es como una flor marchita, es por eso. El secreto de todo esto no lo ha explicado nadie porque al pretender explicarlo cometen una pequeñez… Lo grandioso y eterno de la carne no se puede estudiar porque al querer leer en ella nos ciega con su luz y nos ahoga con sus geniecillos los espasmos… Los virginales que resistieron su cerco terrible están dormidos en las estrellas y por las noches sus almas escoltadas por Luis Gonzaga y Antonio de Padua bajan a la tierra para defender de su abrazo ardiente y pasional a los niños… pero siempre la carne los vence y los niños pasan por el arco de sus brazos… Decir vida es lo mismo que carne. Decir amor equivale a carne. Decir mundo es decir carne.
Platón y Safo
Platón
Detrás de aquella montaña está el elegido de mi corazón. Es de mármol y ébano y en sus ojos está la llama de la sabiduría. De todos mis amados es el único que me hace sentir su ausencia y, cuando por las noches lo gozo, mis sentidos tienen un temblor como si quisieran disolverse… De todos mis efebos éste es el que me aprisiona con sus brazos invisibles de pasión… A su lado soy feliz… Yo soy el sabio que aprendió lo que el gran Sócrates proclamaba. Yo soy el que adora y ama a los efebos… Sus pechos serán rectos, pero tienen un olor genial… Sus cabelleras serán cortas pero tienen luz y aroma de naranjas en sus bocas… ¡Safo! ¡Safo! Tú eres mi hermana del espíritu, tú eres en tu sexo lo que yo en el mío… ¿Por qué lloras?
Safo
Lloro porque deseo demasiado. Mi alma es ardiente y grande y ansía lo que es imposible. Las doncellas de Lesbia, tan rubias y tan blancas, no me aman todas, y yo las deseo. Cuando poseo a una de ellas, al agotar sus caricias siento dentro de mí la aguja del deseo de otra y así, siempre insaciable y ardorosa, suspiro amores y paso las noches en vela, recostada sobre los senos de una doncella. ¡Son tan dulces y tibias…! Tú no puedes comprender esta clase de amor… pero yo sí lo comprendo… tanto… que no podría vivir sin la caricia de unos senos… Pero soy tan insaciable que mis amadas temen mis noches de furia pasional, porque es para ellas un paso a la muerte.
Platón ¡Safo, hermana mía! Safo Platón, dame un beso… Coro de griegos ¡Hosanna! Coro de romanos ¡Hosanna! Rubén Darío (con voz de trompa guerrera) ¡Carne, celeste carne de la mujer! El mundo ¡Hosanna! ¡Hosanna! La música ¡Salve! ¡Salve!
Visión espectral
Después del amor y de la carne los cuerpos son lánguidos y los ojos son extravío. Una noche muy negra y olorosa del verano, del fondo estrellado del horizonte se destacó una nube colosal. Era de luz roja y había en toda ella hombres y mujeres con túnicas de gasa verde. En las esquinas había hombres y mujeres abrazados y con las manos juntas… A un lado y a otro se juntaban los contrarios de sexo. Los demás, reuniéndose, comenzaron el sacrificio supremo… Pero una sombra esquelética y horrible con una guadaña de plata destruyó todo aquello. La muerte pasó por allí… Cuando ya desapareció, nacieron unos globos azulados y de ellos salieron otros hombres y mujeres y siguieron lo mismo… porque la muerte no puede con las pasiones de la carne ni podrá exterminarlas nunca… Eso es lo eterno: la muerte, enemiga de la carne, pero ésta vuelve a nacer, y con más fuerza la vence…
Nostalgia vibrante
Mis labios están secos por ti. Mi cuerpo está lánguido por tu ausencia, y mi corazón es de sangre negra por tu culpa. Mujer que así me matas, tú eres la que has influido en mi vida. Tú eres la que me has hecho a mí tener alma. Tú eres mi sombra amarga. Ayer mi espíritu no encontraba consuelo. Ayer mi alma era desesperación. Ayer en el crepúsculo creí morir de la luminosidad de tu recuerdo. ¿Cuánto…? Infinito. Mañana el recuerdo vencerá al olvido. Mañana nuestro pasado seguirá presente en mi futuro. Mañana estarás… ¿Seré? Hoy en mi corazón hay sangre nueva. Hoy en mis entrañas ha habido un desprendimiento de pasión. Hoy he visto pasar dos rubias desnudas y mi corazón ha latido con fuerza. He visto la vida… ¿Me salvará la carne? Únicamente anhelo que esto que pasa por mí no sea tormenta de verano. ¿Diré aún…?
La llama del ardiente fuego se ha extinguido. Ya no sufro, pero muero congelado por Afrodita. Se desliza por mi carne, mis huesos y entrañas este amargo Eros, que exhala voracidad. La llama en los sacrificios, una vez que ha consumido todas las ofrendas, por sí misma se enfría por falta de leña.
«Ni el amor de Penélope me saciará la sed de aventura y misterio. Sabed que no he nacido para vida animal.» Y por eso forzó en sí el conocimiento, quiso verse en el rostro sin rostro de los dioses que albergaban las aguas. Después de haber probado las raíces del mal sobre la isla de Circe, quiso ir más allá del confín, hasta el fondo de la tumba del sol. Y vio las costas últimas, y las últimas islas, surcando cual delfines el horizonte en llamas. Al fin, tras las columnas de Hércules, el mar era ya un mar sin gentes, soledad infinita. Mas los cuerpos, las almas, aún estaban beodos de aventura en la proa de aquella frágil nave. Y otra noche cayó del lado de la aurora como un fúnebre velo, como un gran trueno negro. Y soplaban los astros primeros en la vela como un húmedo beso azulado de luz. Y la luna embrujó cinco noches seguidas sus ojos que, por fin, vieron la cima inmensa alzada frente a ellos, la orilla de lo oscuro, la presencia inhumana, informe, de la nada o del todo, en el nido del terror más sublime. Y quisieron leer en aquella visión, extraer el secreto más hondo de la cima, mas un viento feroz se fue alzando desde ella. Un viento que excavaba una fosa en la mar. La mar que hirvió furiosa encima de sus huesos.
Antonio Colinas, Noche más allá de la noche , 1980-1981.
Ningún ciudadano es respetado cuando muere, aunque sea poderoso. Los vivos preferimos buscar el favor de los vivos, puesto que al muerto le sucede lo peor.
Theodorus will be pleased at my death, And someone else will be pleased at the death of Theodorus, And yet everyone speaks evil of death.
II
This place is the Cyprian’s for she has ever the fancy To be looking out across the bright sea, Therefore the sailors are cheered, and the waves Keep small with reverence, beholding her image. Anyte
III
A sad and great evil is the expectation of death And there are also the inane expenses of the funeral; Let us therefore cease from pitying the dead For after death there comes no other calamity. Palladas
IV
Troy Whither, O city, are your profits and your gilded shrines, And your barbecues of great oxen, And the tall women walking your streets, in gilt clothes, With their perfumes in little alabaster boxes? Where is the work of your home-born sculptors? Time’s tooth is into the lot, and war’s and fate’s too. Envy has taken your all, Save your douth and your story. Agathias Scholasticus
V
Woman? Oh, woman is a consummate rage, but dead, or asleep, she pleases. Take her. She has two excellent seasons. Palladas
VI
Nicarchus upon Phidon his doctor Phidon neither purged me, nor touched me, But I remembered the name of his fever medicine and died.
Teichoscopia del griego τειχοσκοπία significa “visión desde la muralla” y por este título eran conocidos los vv. 161-246 del canto III de la Ilíada, puesto que Helena y Príamo no combaten, sino que observan la guerra desde la muralla. Esta escena homérica es recreada desde un punto de vista irónico en el poema Teichoscopia de Luis Alberto de Cuenca, en el que el rey troyano Príamo, tras nueve años de guerra, pregunta a Helena quiénes son los enemigos.
Luis Alberto de Cuenca – Teichoscopia
Tras nueve años de guerra, el rey de Troya no sabe quiénes son sus enemigos. Se lo pregunta a Helena, allá en lo alto de la muralla: «Dime, Helena, hija, ¿quién es ese que saca la cabeza a los demás y que parece un rey por su modo de andar y por su porte señorial?» «Mi cuñado, Agamenón, un hombre insoportable que no cesa de gruñir, el peor de los esposos y un mal padre.» «¿Y el rubio que está al lado?» «Es mi marido, Menelao, un idiota que no supo apreciar como es debido lo que tenía en casa y no comprende a las mujeres.» Príamo registra la información de Helena en su vetusto cerebro, y continúa preguntando: «Y ese otro de ahí, de firme pecho y anchos hombros, que va y viene nervioso por el campo, las manos a la espalda, como quien trama algo, ¿quién es ese?» «Odiseo de Ítaca, un fullero de quien nadie se fía, un sinvergüenza.» «¡Caramba con los griegos!», piensa Príamo, y le dice a la novia de su hijo: «Otros veo, muy altos y muy fuertes, que destacan del resto. Por ejemplo, esa masa magnífica de músculos que está sentada al fondo, a la derecha…» «Es Ayante, una bestia lujuriosa y prepotente, un grandullón con menos inteligencia que una lagartija.» «¡Qué bien hice estos años —piensa Príamo— sin saber quiénes eran estos tipos! Basta que gente así reclame a Helena para no devolverla.» Y en voz alta dice a la chica: «¿Dónde estará Paris?» «Imagino que en la peluquería, haciéndose las uñas y afeitándose.» «Ayúdame a bajar de la muralla y vamos en su busca, que os invito a los dos a una copa en el palacio.»
Helen and Priam at the Scaen Gate. De Richard Cook (1784–1857).
Tras 9 años de guerra, Príamo le pregunta a Helena quiénes son los combatientes griegos. Luis Alberto de Cuenca reproduce los vv. 167-170 del canto III al decir:
«¿quién es eseque saca la cabeza / a los demás y que parece un rey / por su modo de andar y por su porte señorial?» ὅς τις ὅδ᾽ ἐστὶν Ἀχαιὸς ἀνὴρ ἠΰς τε μέγας τε. / ἤτοι μὲν κεφαλῇ καὶ μείζονες ἄλλοι ἔασι, / καλὸν δ᾽ οὕτω ἐγὼν οὔ πω ἴδον ὀφθαλμοῖσιν, / οὐδ᾽ οὕτω γεραρόν: βασιλῆϊ γὰρ ἀνδρὶ ἔοικε. (Ilíada. 3. 167-170)
Helena le contesta que es su cuñado Agamenón, a quien lo califica como un “hombre insoportable que no cesa de gruñir”. El poeta opta por poner esas palabras en boca de Helena, aunque en la versión homérica ella lo califica como buen rey y esforzado lancero (ἀμφότερον βασιλεύς τ᾽ ἀγαθὸς κρατερός τ᾽ αἰχμητής . Ilíada. 3. 179)
Luego pregunta «¿Y el rubio que está al lado?» y Helena responde: «Es mi marido, Menelao, un idiota / que no supo apreciar como es debido / lo que tenía en casa y no comprende / a las mujeres». A continuación, recoge parcialmente de nuevo los versos homéricos cuando Príamo le pregunta por Odiseo:
«Y ese otro de ahí, de firme pecho / y anchos hombros, que va y viene nervioso»
Helena le contesta: «Odiseo de Ítaca, un fullero / de quien nadie se fía, un sinvergüenza.», puesto que Odiseo es todo un experto en engañar y en convencer con su astucia por medio de la palabra. Después, Príamo le pregunta: «Por ejemplo, / esa masa magnífica de músculos / que está sentada al fondo, a la derecha…». Ella le responde que es Áyax, calificándolo de “grandullón”, pero añade también que es “un tonto”. Aquí Luis Alberto pone de manifiesto el tópico actual “mucho músculo, pero poca inteligencia”.
«¡Qué bien hice estos años —piensa Príamo— / sin saber quiénes eran estos tipos! / Basta que gente así reclame a Helena / para no devolverla.» Estos versos reflejan que Príamo estaba muy bien antes, viviendo en la ignorancia antes que conociendo la realidad. Por último, Príamo pregunta dónde está su hijo Paris. A lo que Helena le contesta irónicamente: «Imagino que en la peluquería, / haciéndose las uñas y afeitándose.»
Sin duda, este magnífico poema es una parodia de esta situación tan inusual: que el rey troyano no conozca quiénes son sus enemigos después de nueve años de guerra. Aunque resulte sorprendente que tras tantos años de guerra Príamo haga tal pregunta, Príamo bien conoce quienes son sus enemigos. Veamos lo que ocurrió unos versos antes (Ilíada, III, vv. 148-160), los ancianos Ucalegonte y Anténor contemplan a Helena ascender una torre. Mientras la observan desean que ella se marche cuanto antes para evitar que los troyanos sigan sufriendo:
No es reprensible que troyanos y aqueos, de hermosas grebas, sufran prolijos males por una mujer como ésta, cuyo rostro tanto se parece al de las diosas inmortales. Pero, aun siendo así, váyase en las naves, antes de que llegue a convertirse en una plaga para nosotros y para nuestros hijos.
Es ante esta incómoda circunstancia que entonces Príamo habla con Helena para decirle que él, a diferencia de otros, no piensa que ella sea la culpable de la guerra y le pide que le cuente quiénes son sus enemigos. Por tanto, Príamo conocía a sus enemigos. Helena merece ser respetada y por ello Príamo le da voz y la hace venir para que así todos los príncipes troyanos, entre ellos los ancianos Ucalegonte y Anténor que hablaban mal de ella, ahora la tengan que escuchar.
Así hablaban. Príamo llamó a Helena y le dijo: Ven acá, hija querida; siéntate a mi lado para que veas a tu anterior marido y a sus parientes y amigos —pues a ti no te considero culpable, sino a los dioses que promovieron contra nosotros la luctuosa guerra de los aqueos — y me digas cómo se llama ese ingente varón, quién es ese aqueo gallardo y alto de cuerpo. Otros hay de mayor estatura, pero jamás vieron mis ojos un hombre tan hermoso y venerable. Parece un rey.
Contestó Helena, divina entre las mujeres: Me inspiras, suegro amado, respeto y temor. ¡Ojalá la muerte me hubiese sido grata cuando vine con tu hijo, dejando, a la vez que el tálamo, a mis hermanos, mi hija querida y mis amables compañeras! Pero no sucedió así, y ahora me consumo llorando. Voy a responder a tu pregunta: Ése es el poderosísimo Agamenón Atrida, buen rey y esforzado combatiente, que fue cuñado de esta desvergonzada, si todo no ha sido sueño.